Un
día entre nieblas vi un reflejo de luz, pero no me atreví ir allí porque todo
parecía bonito.
A
medida que miraba al suelo más me parecía que la luz iba creciendo, pero cuando
miraba otra vez hacia arriba el reflejo seguía igual de grande.
Ya
dejo de mirar arriba y dejo de mirar abajo para mirar hacia el frente y me
dispongo a caminar y estoy notando como una caricia caliente en mi cuello,
mientras ese día hacía frío, pero no miro para atrás, sigo caminando sin
detenerme y el cielo empieza a despejarse, aunque no lo veo lo noto.
Me
paro me pongo a ver ahora la luz y está bien grande, mi corazón empieza a
regodearse solo, la alegría de mi alma se desborda, pero dejo de mirar hacia
allí para continuar mi camino.
El
cielo está completamente soleado, ahora el reflejo que sentí es sol, miro otra
vez a él y como loco enamorado se lo digo “te quiero no te vayas, no me dejes
nunca solo, guíame en mi camino”, pero al rato las nubes aparecen el sol queda
tapado, aunque quiere seguir alumbrándome, no lo consigue.
Esto
dura poco porque de nuevo mi fiel reflejo me llama y el sol hace desaparecer de
nuevo los nubarrones. Antes quería continuar mi camino yo solo, ahora no puedo
andar, estoy cambiando de rumbo, estoy hechizado por los rayos que golpean todo
mi cuerpo, no quiero que cambie, te adoro.
Quizás
leas esto y no sepas porque esto o porque lo otro, sólo quiero decirte que es
una fiel metáfora a mis sentimientos. Yo soy el que camina, tú eres quien me
alumbra (mi sol)
Escrito por Rubén
Derechos Reservados
No hay comentarios:
Publicar un comentario