Tú me hielas el cuerpo en cada beso y cada
caricia que me das, contemplar tus ojos mirándome mientras me haces el amor es
lo más febril que un recuerdo de verano deja en su estela de sol al medio día.
Por mucho que pasen los lustros de nuestro
amor, mi alma solo recordará que conocí a mi primer y último amor de mi
vida. Solo un golpe en mi maceta podría borrar las flores y frutos que dejo tu
amor desde el día que te conocí, es indescriptible los luceros que dejas en mi
cuerpo cuando tu mano se choca con la mía.
Si Einstein viviera y quisiera calcular el
amor que tengo hacia ti, para comprobar la ecuación de la felicidad conmigo, su
cabeza apabullante explotaría por ser mi amor hacia vos enésimamente potencial
a su coeficiente intelectual.
Entre ser y parecer a mi fecundo amor todo
recorrido queda corto en tiempo y en espacio.
Si esta noche mi vida claudicara, a vos te
quedaría la herencia de mis versos que fueron susurrados por la voces de mi
corazón en tus oídos, los mismos que te seguirán en tus vidas pasadas y futuras
y yo me marcharía a donde la vida disponga con la certeza de que mi amado sintió
y palpo con sensatez, algarabía, emoción, sentir propio cada composición mía
como si fuera mi amor con corazón y latiendo en sus manos.
Mis versos son producto de un amor oportuno
que osa en ser el mejor que tu alma pueda sentir con pesar de ser gallarda, engreída
y pedante por mi presunción de ser la mejor. Perdonar si es así, pero cuando se
ama como yo te amo a vos, todo es permitido, incluso la alabanza.
ESCRITO POR K.Q.G
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